Nacido en Cerro de Pasco el 13 de agosto de 1857, nuestro mártir de la medicina fue hijo de don Baltazar Carrión Torres, médico, abogado y diplomático ecuatoriano, y de doña Dolores García Navarro, dama huancaína.
En 1870 Carrión viene a Lima a terminar la secundaria en el Guadalupe y por entonces un acontecimiento determinó, quizás, que estudie medicina: ocurrió una gran epidemia de verruga a la altura de San Bartolomé, zona por donde era construido parte del tramo del Ferrocarril Central.
Luego de estudiar Ciencias Naturales, ingresa en 1880 a la facultad de Medicina. Aquí empieza la etapa heroica de Carrión quien a la vez que estudia concurre al frente de batalla en 1881, con otros compañeros, para socorrer a los heridos durante la guerra con Chile. En Julio de ese mismo año inicia sus investigaciones sobre la verruga.
Carrión pensaba que la verruga Peruana y la fiebre de la Oroya eran distintas manifestaciones de un mismo mal. Demostrar esta hipótesis requería de pruebas y qué mejor que él mismo. Es así que convence al jefe de servicios de la sala <<Nuestra Señora de las Mercedes>> del hospital Dos de Mayo, y se inocula, con ayuda de un médico y dos entrañables amigos suyos, un exudado extraído de la verruga de un niño. Era el medio día del 27 de agosto de 1885.
Consiente Carrión de que el proceso es mortal, espera los resultados.
El 17 de setiembre aparecen los primeros síntomas: dolor en el pie izquierdo y malestar general. El 27 ya no puede escribir y pide a sus compañeros que continúen escribiendo por él. Llega a la Maison de Santé grave; se le hace una transfusión de sangre, pero de nada servirá. Carrión camina hacia la inmortalidad. Al atardecer del día 5 de octubre de 1885 entra en coma y, a las once y media de la noche, expira.
Su heroica acción ha sido reconocida nacional como internacionalmente.
El 5 de octubre de 1991 se promulgó una ley elevando al mártir a la categoría de Héroe Nacional, como un cabal y real homenaje a su fructífera labor.